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Pues iba a hacer un post sobre la suerte (buena en este caso), o contando que las vacaciones se me han hecho equitativas aunque me espera un mes de curro tremendo, o cualquier otra cosa; pero me ha dado el yuyu, así que toca un cuento para dormir tranquilito.
Había no muy lejos de aquí espaciotemporalmente hablando un helecho que todas las mañanas, al salir el sol, empezaba a hacer su fotosíntesis diaria, como cualquier otro helecho. En todo momento, drenaba nutrientes y agua de la tierra fresca y húmeda cerca del pequeño salto de agua del bosque, que era donde vivía; de nuevo, como cualquier otro helecho.
Este helecho era verde, como cualquier otro helecho o matemático, y se reproducía por esporas, en efecto como cualquier otro helecho. No tenía nombre, como la mayoría de los helechos, porque nadie se lo puso, algo que nunca pareció importarle.
Pero este helecho era diferente, porque en su figurado corazón anhelaba hacer un crucero por las islas Malvinas, a pesar de ser un helecho ucraniano.
Un buen día, algo pasó cerca de su bosque. Y es que a poca distancia, en Chernóbyl, explotó un reactor nuclear, bañando de ondas gamma, beta y algunas partículas alfa a nuestro helecho.
Y nuestro helecho mutó, y se transformó en persona.
Salió de allí, gano dinero traficando con armas y drogas (¿queda alguien que piense que la gente se hace rica trabajando?), y pudo por fín hacer su crucero. Después de eso se retiró a vivir el resto de sus días a Ibiza, todo el día de juerga con Pocholo.
Ahí tenéis un cuento que sigue la misma dinámica y estilo de los anteriores PERO termina bien, tal y como prometí. Y si me apuras, está basado en hel-hechos reales.
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